Mientras les decía esto, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá».
Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría.
Jesús se volvió y, al verla le dijo:
«¡Animo, hija! Tu fe te ha curado».
Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo:
«¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida».
Se reían de él.
Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se levantó.
La noticia se divulgó por toda aquella comarca.

 Mt 9, 18-26

       

   Enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.  Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo.  Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.  A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar.  Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma.  Jesús les dijo enseguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».  Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua».  Él le dijo: «Ven». Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús;  pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame».  Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».  En cuanto subieron a la barca amainó el viento.  Los de la barca se postraron ante él diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios».  Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret.  Y los hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le trajeron a todos los enfermos.  Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban curados.

Mt 14, 22-36

       

 Jesús salió y se retiró a la región de Tiro y Sidón.  Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo».  Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando».  Él les contestó: «Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel».  Ella se acercó y se postró ante él diciendo: «Señor, ayúdame».  Él le contestó: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».  Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos».  Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija.

Mt 15, 21-28

       

 Cuando volvieron adonde estaba la gente, se acercó a Jesús un hombre que, de rodillas, le dijo: «Señor, ten compasión de mi hijo que es lunático y sufre mucho: muchas veces se cae en el fuego o en el agua.  Se lo he traído a tus discípulos y no han sido capaces de curarlo».  Jesús tomó la palabra y dijo: «¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros, hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo».  Jesús increpó al demonio y salió; en aquel momento se curó el niño.  Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: «¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?».  Les contestó: «Por vuestra poca fe. En verdad os digo que, si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a aquel monte: “Trasládate desde ahí hasta aquí”, y se trasladaría. Nada os sería imposible».

Mc 17, 14-20

       

Jesús contestó: «Tened fe en Dios. En verdad os digo que si uno dice a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y no duda en su corazón, sino que cree en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis.

Mc 11 - 22,23,24

       

  y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.  Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa.  Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.  Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».  Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».  Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día».  Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá;  y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».  Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Jn 11 - 19-27

       

  Reliquia. ... le tocó la orla del manto ... Las reliquias, objeto que pertenece o está relacionado con el santo, no cura, cura la fe.

  La mujer cananea actúa con gran humildad porque tiene gran fe.

  Hay falta de fe por falta de amor. Creemos por interés, para pedir o por miedo. No confiamos en Dios. Sus planes son desconocidos para nosotros y dudamos.

  El jefe de los judíos, otro ejemplo de fe.

  Fe en Dios, fe en la oración.

  Marta creyó en Jesús.
  Creemos en Jesús, aceptando como verdadero los valores de la familia, el perdón, la sinceridad y amistad, el esfuerzo y sacrificio ... o creemos en lo mundano, el dinero, los seguros, salud, relaciones sociales, poder, fama ...
  Ante el miedo: creer, confiar en Jesús aunque no se comprendan muchas cosas.

  Dios no nos pide nada que previamente no nos haga capaces de realizarlo. Pero siempre es necesario tener fe.